Cultura
29-08-2023 16:26 - Novela de Guillermo Cácharo
"Canción de vísperas": heridas familiares que exponen la violencia política argentina
Cácharo, autor de dos obras teatrales -"Memorándum" y "Silva en el espejo"- pone en escena en esta novela publicada por Azul Francia las voces de los distintos integrantes de la familia que configuran una trama a lo largo de seis décadas, desde poco antes de los 60 hasta el comienzo de la pandemia reciente.

"No hay odio más grande que el odio de madre", dice uno de los personajes femeninos antes de morir en el comienzo de "Canción de vísperas", una novela de Guillermo Cácharo donde se ponen en conflicto los lazos familiares desde el momento en que una mujer elige concluir su vida con una frase que expone la complejidad de la maternidad, una de las derivaciones que tiene esta historia donde también se deja ver la violencia política de la Argentina.
La historia de Cácharo, licenciado en Letras y autor también de la novela "Cronología de la furia", relata el recorrido de una generación en la que un padre expulsa a su hija y donde hay hermanos en permanente discordia. En otra generación los hijos buscan construirse desde el vínculo traumático con su madre, marcados, por un lado, por la violencia política de los 60 y los 70 y, por el otro, con el choque entre lo intelectual y lo emocional. De algún modo la historia familiar podría verse como correlato de la violencia en aquellos años y de cierto rol de la intelectualidad.
Cácharo, autor de dos obras teatrales -"Memorándum" y "Silva en el espejo"- pone en escena en esta novela publicada por Azul Francia las voces de los distintos integrantes de la familia, que configuran una trama que abarca algo más de 60 años, desde poco antes de los 60 hasta el comienzo de la pandemia reciente.

Cada capítulo, presentado en desorden cronológico, revela las voces interiores de los personajes y sus vivencias. A través de los matices de estas voces, emergen historias entrelazadas: la figura intelectual de Ana proyecta su influencia sobre Lucía, generando una sensación de vacío emocional en esta última. La relación tensa entre Ana y su hermana Javiera, cuyas pasiones y aspiraciones difieren, se agudiza al compartir un amor juvenil convertido en esposo y padre.
Carlos enfrenta sus demonios internos mediante sueños que desenmascaran su relación turbulenta con su madre, sus luchas amorosas y su identidad de músico. Ezequiel, en busca de liberarse del linaje familiar, encuentra su vía a través de una peligrosa ocupación: la fotografía de desastres naturales. Finalmente, Ana lucha con su propia historia, marcada por su activismo estudiantil, desavenencias con su padre médico militar (como en "Villa" de Luis Gusmán o "Dos veces junio", de Martín Kohan) y la creciente brecha con su hermana tras la tragedia de sus padres.
Cácharo vive en Castelar y es, además, poeta. Su poemario "Forastero de mí (y otros poemas reunidos") fue publicado por Miño y Dávila. Sus cuentos figuran en varias antologías.
- ¿Qué mecanismos creativos se desencadenan en el escritor al hacer la transición de escribir cuentos a novelas?
- El inicio de "Canción de vísperas" casualmente fue un cuento, que escribí hace unos años, en el que una mujer joven, Lucía, presencia el instante de la muerte de Ana, su madre, que ha sido una intelectual notoria, una personalidad del mundo académico y a la vez una figura conflictiva para los suyos. La muerte desencadena el relato, la revisión de lo que ha quedado de ese vínculo, lo que ha faltado, qué ha significado Ana y las heridas sin sanar, de las que también participan otros miembros de la familia. El texto ponía en foco esa relación entre madre e hija, contradictoria y traumática.
Gente amiga que leyó el cuento me hizo notar que tenía aire de novela, abría interrogantes que pedían entrar al texto. Reconocí que tenían razón y empecé a trabajarlo.
- Entonces… ¿Cómo fue ese trabajo de transformar la historia de cuento a novela?
- Si bien en el cuento eran centrales Lucía y Ana, otros personajes tenían un rol significativo. Al expandir la trama se me hizo necesario que intervinieran sus historias. El grueso de aquel texto original, con algunos cambios y agregados, terminó quedando como primer capítulo de la novela, y su condición primera de cuento (que en cierto aspecto compositivo se mantuvo) me impulsó a una decisión sobre la forma y la estructura para escribir el resto, lo que fue interesante porque formalmente significó un cambio fuerte respecto de mi novela anterior, "Cronología de la furia".
Trabajé el texto durante el 2020 y el 2021. Justo cuando comencé se desató la pandemia, que hizo sentir su peso al estar trabajando con los vínculos.
- ¿Ese pasaje de género narrativo te demandó que la novela fuese coral?
- Precisaba que las historias de esos otros personajes aparecieran desde sus propias voces: como Lucía en el primero, cada uno tiene su capítulo, con algo de la autonomía formal de un cuento pero articulándose en diferentes cruces con los otros. Con lo cual algunas escenas quedan contadas más de una vez.
La realidad es una construcción de perspectivas, y esa fue la manera como necesité poner en tensión el lugar de la verdad de los personajes: hay sucesos narrados de formas coincidentes y otros en que los relatos difieren. Incluso los capítulos "Mosaicos", que son fragmentos salpicados de la historia en desorden cronológico, están narrados por una voz que sin ser ningún personaje adopta en cada caso el punto de vista de alguno, por lo que también es parcial.
- ¿Cómo influye la posición central de la madre en el núcleo familiar en la evolución y desarrollo de la novela?
- Los vínculos que aparecen en la novela funcionan en buena medida por cómo convergen en Ana o cómo se alejan de ella, el juego de atracciones y rechazos: con sus hijos, con su hermana Javiera, con el padre de ambas. En la novela se expandió lo que era el foco inicial del cuento, ese acontecimiento en el que Ana pronuncia sus últimas palabras, una frase que en el lugar donde se esperaría la palabra "amor" ella dice "odio". De alguna manera creo que esa frase genera desde el inicio una pregunta que sobrevuela toda la historia y mantiene la centralidad de Ana en ella.
- Hay una tensión entre lo intelectual y lo emocional en el vínculo entre la madre y esa hija que se pretendía que continuara con una forma de vida y una profesión ligadas a lo académico.
- Es cierto, precisamente el discurso de Lucía a partir de dicha frase inicial puede leerse como la manifestación de esa ambivalencia de lo intelectual y lo emocional.
Por otro lado, la "militancia de lo académico" acompañada por un desentendimiento de lo doméstico o lo familiar creo que ha sido un carácter extendido y diría legitimado entre intelectuales masculinos, sobre todo en épocas pasadas (que se corresponden con la de la actividad profesional de Ana). Me interesaba poner en juego esa condición en una figura femenina, cómo supone por un lado una disputa de lugares institucionales de relevancia y un cuestionamiento de roles dados por supuestos, y también la manera en que se enfrenta a contradicciones. En ese sentido la tensión existe en la propia Ana, pero además tiñe el conflicto con la hija, bajo la forma típica del mandato familiar, la expectativa de los mayores como carga sobre el rumbo y las elecciones de los hijos.
- Sin embargo, resulta interesante que Lucía es la que se ha quedado, y son los hijos varones los que de maneras diferentes se han ido.
Para los varones la madre también es una figura fuerte, pero es otra la forma como lidian con ello. Entre otras razones, porque en su vínculo con Ana pesa la sombra de un acto que no sale plenamente a la luz, y del que al menos uno de los dos no consigue librarse por completo.
Más allá de eso me parece que en todos los casos, entre los hilos que recorren la trama uno es el problema de construir identidad, y si quedarse o irse son la respuesta. El resultado no sería el mismo para cada personaje.
- Hay otro aspecto significativo en la novela, que la pone en diálogo con una larga tradición en la literatura argentina donde se mezcla lo familiar con lo político: en el texto los conflictos asumen esa dimensión, y también social.
- Esa tradición no la tuve en cuenta al escribir la novela, al menos no conscientemente. Al principio, sin proponérmelo creo que predominaba un ejercicio de indagación de la conflictividad familiar a partir de personajes que no pertenecen a mi generación, sino a la anterior y la posterior a la mía. Pero una vez que decidí que la historia abarcara un tiempo que va desde los años 60 a nuestros días fui trabajando la conexión con determinados momentos significativos de lo político, en la medida y la forma en que lo viven algunos personajes.
Inevitablemente apareció esa constante cíclica nuestra, no sólo del presente, en que las fisuras entre bandos políticos ingresan y se reproducen como fractura en los vínculos familiares. De cualquier manera, en la totalidad de la novela muchas veces funciona más como escenario o telón de fondo que como eje del relato.