Cultura

04-05-2023 17:37 - participa en la feria del libro

Daniela Catrileo: "No puedo concebir el lenguaje sin la poesía"

La autora chilena se encuentra en la Ciudad de Buenos Aires y conversó con Télam sobre su reciente libro "Piñen", integrado por tres relatos que retoman su trabajo sobre la identidad feminista y mapuche desde la pregunta por la memoria. 

Por Emilia Racciatti
Por Emilia Racciatti
04-05-2023 | 17:37
Mis primeros libros de poesa los constru a partir de los dilogos con mi pap y mi abuelito sobre el racismo que experimentaron en sus infancias Foto Cris Sille
"Mis primeros libros de poesía los construí a partir de los diálogos con mi papá y mi abuelito sobre el racismo que experimentaron en sus infancias" / Foto: Cris Sille.

Escritora, poeta y docente, Daniela Catrileo (Santiago, 1987) es una de las autoras chilenas que viajó para participar de esta edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y, en el marco de esta visita, conversó con Télam sobre su reciente libro "Piñen", integrado por tres relatos que retoman su trabajo sobre la identidad feminista y mapuche desde la pregunta por la memoria.

La palabra que da título al libro, editado por el sello Las Afueras, hace referencia a la mugre aferrada al cuerpo y proviene de la lengua del pueblo mapuche. Recién llegada a Buenos Aires, en un hotel céntrico la autora defiende la idea colectiva de la escritura.

"No nací escindida de una comunidad. Esa comunidad me dio material para trabajar. Mis primeros libros de poesía fueron construidos a partir de los diálogos con mi papá y mi abuelito sobre su migración forzada a la ciudad, sobre el racismo que habían experimentado en sus infancias", explica.


Antes de "Piñen", la obra de Catrileo ya contaba con libros de poesía como "Río herido" y "El territorio del viaje" en los que el movimiento de pertenencia y lejanía se combinan para dar lugar a pensar la identidad como algo situado y en constante transformación al mismo tiempo.

Ese enfoque tiene sus ecos en los cuentos "¿Has visto cómo la maleza de la tierra seca?", "Pornomiseria" y "Warriache" que componen este libro reciente de la también profesora de filosofía que fue una de las representantes de la ciudad invitada de esta Feria: Santiago de Chile.


Algo importante en el feminismo es la toma de voz para denunciar violencias y decir que no eran individuales Foto Cris Sille
"Algo importante en el feminismo es la toma de voz para denunciar violencias y decir que no eran individuales" / Foto: Cris Sille.

Los tres cuentos pueden ser leídos como una novela, ¿cómo fue ese proceso de trabajo?
Es un poco casualidad, no pensé que se iba a transformar en eso al final. Los relatos los empecé a escribir en forma independiente y fui cambiando las voces, fueron tomando sentido hacia el final. En la voz del primer relato no identificaba bien el género pero después fue tomando un cuerpo de niña, en el segundo fue un cuerpo adolescente y el tercero fue teniendo la voz de una joven. Creo que fue casual porque pensaba que lo principal y lo que atravesaba todos los relatos era el territorio, esa población, ese lugar periférico en la región metropolitana y específicamente todo lo que surgía en esa arquitectura de los espacios marginales.


Y la narrativa, ¿cómo fue el paso de la poesía a la narrativa?
Nunca separo mucho eso, escribo desde niña sobre todo diarios de vida, por ahí van apareciendo cosas. No me es muy distinto pensar la narrativa que pensar la poesía. De alguna manera me concibo más como alguien que escribe y que está atenta a las cosas que podría estar escribiendo o las que se me ocurren y solamente van desencadenando en distintos cauces. Quizás partí por el lenguaje poético porque era lo que escribía cuando era niña. Fue el lugar más cercano que tuve pero nunca dejé de escribir otras cosas. Es el lenguaje que me ha dado todo, no puedo concebir el lenguaje sin la poesía.

Daniela Catrileo analiza la coyuntura chilena desde la perspectiva educativa

Daniela Catrileo ingresó en 2007 a la Universidad de Artes y Ciencias Sociales en donde obtuvo su título en Filosofía y Educación y Estudios de Género en la Universidad de Chile y hoy da clases en esa institución, entre otras, por lo que lo que pasa en las aulas pero también lo que se proyecta y diseña para llegar a esa instancia le importa especialmente y sobre ese tema, sus dilemas, desafíos y problemáticas también dialogó con Télam.

-T: Trabajás en la universidad ¿cómo es en ese nivel? ¿Cómo se vive esta etapa de Chile?
-D.C.:
Hoy hago clases en distintos lugares, hago filosofía mezclada con feminismo y con estética. Es un momento complicado justamente porque los movimientos emancipatorios traen las resacas conservadora, creo que en esa etapa estamos después de la derrota que tuvimos el 4 de septiembre. Eso ha sido levantado durante el último tiempo con mucho énfasis sobre todo por los medios de comunicación. Hay una especie de ethos en colectividad que ha vuelto a la idea conservadora de pedir más seguridad con personas que están encerradas en el miedo. Hicimos muchas cosas que parecían transformada oras para un país que parecía muy inmovilizado cuando éramos niñas o niños. Somos una generación que hizo cambios importantes. Me tocó estar en la universidad para la movilización estudiantil, levantamos los primeros espacios de secretaria de genero y diversidad, que serían luego lugares para los protocolos como formas de defensa de los acosos y las diferentes acusaciones que se establecían en los espacios educativos. Después está la revuelta, la pandemia, la oleada conservadora y pareciera que hubiese desinflado algo que estaba a punto de seguir. También creo que hay un agotamiento profundo en especial en todos estos procesos institucionales a los que hemos llegado. Hemos tenido más votaciones que nunca durante el ultimo tiempo. Hay gente muy agotada y muy poca informada sobre el proceso que viene que son las votaciones del nuevo plebiscito para consejeros constitucionales. No está el mismo entusiasmo que años atrás.

-T: ¿En eso ves que la pandemia cansó?
-D.C.:
Sí, la revuelta fue larga y los procesos de resistencia cansan y agotan mucho los cuerpos. La pandemia se llevó ese lugar colectivo de las calles. La diferencia fue que en un momento todos podíamos encontrarnos y esa imagen de los ríos fluyendo como personas por las calles era así. Sucedía con los movimientos feministas, sociales y estudiantiles pero no había algo transversal que aunara todo, la revuelta fueron muchas peticiones que sí calaron en la subjetividad de las personas. Parecía justo pelear por la dignidad de tener salud, vivienda, educación. La pandemia fue recluirnos de nuevo, con toques de queda, bajo esta figura de la seguridad. La gente la pasó muy mal en pandemia, marchó por hambre. Yo no recordaba algo así. Se pedían los bonos del gobierno, se estaban pidiendo las cajas con mercadería. Los espacios de hospitales públicos estaban llenos de gente que se estaba muriendo sin la posibilidad de esperar entrar a la sala de espera. Todo eso fue muy agotador. Si hay algo que compartimos muchos países es que la salud mental de nuestros territorios está muy deteriorada y eso ha sido una constante.

-T: En el último, "Warriache", el territorio está habitado desde una perspectiva distante y cercana a la vez, estuvo allí y vuelve. Eso permite un juego de miradas sobre ese territorio y sus habitantes.
-D.C.:
Creo que es algo común para las personas indígenas que habitan las ciudades y que les ha tocado crecer o migrar en esos otros lugares. Se arma entonces algo compuesto de visiones liminales donde se comparte una personalidad fronteriza entonces están como adentro y afuera del mundo de un lugar. Se trata de personas que no se terminan de sentirse parte de ese territorio al que migraron sus padres. Esto no solo pasa con las poblaciones indígenas sino también con otras culturas que le ha tocado atravesar la experiencia de las diásporas, que son migraciones forzadas, en este caso el colonialismo.

-T: En ese proceso de habitar ese territorio, hay una docente que se vuelve voz institucional en ese mismo cuento y es clave para la percepción de la protagonista respecto a su identidad mapuche. ¿Qué mirada tenés vos de la escuela?
-D.C.:
Soy profesora y di clases en el colegio antes de la universidad y es complejo porque no hay un currículo que involucre la educación intercultural, existe pero solamente para los espacios donde hay alta población indígena y no es contemplado en espacios como, por ejemplo, la región metropolitana. No hay interculturalidad si no hay son espacios para diálogos entre las culturas sino solamente se les enseña a los mismos niños que ya vienen con ese aprendizaje. Se refuerza así ese aprendizaje pero no se lo piensa para sus compañeros o para una generalidad. Tengo mucha esperanza en los espacios rurales donde hay profesores y profesoras con una larga tradición de pedagogía rural donde mixturan sus conocimientos interculturales. Muchos de ellos están en la revitalización del mapudungun, varios coinciden con que, además, son hijos de grandes dirigentes mapuches que fue la forma que encontró el Estado para que se asimilaran a la población chilena que estaba naciendo pero la estrategia del mundo mapuche fue "bueno, vamos a tomar estos conocimientos pero para expandir también los nuestros". Esos espacios rurales conservan muchos de ese tipo de conocimiento todavía. Creo que la experiencia siempre va a estar cuando llegue un ajeno o alguien que está por fuera de esos lugares. Le he preguntado a parte de mi familia que creció en el espacio rural, nació en esos colegios, donde se hablaba mapudungun u otros donde no se les permitía. Hoy hay un grupo importante que está pensando cómo transformar los espacios en las escuelas situados en sus territorios. Creo que por ahí puede haber una posibilidad. A pesar de que hay muchas voluntades levantando procesos y en lo institucional es muy lento.




La identidad atraviesa los tres relatos. ¿Qué te aportó el feminismo como experiencia para pensar tu identidad?
Justamente que se hayan generado Secretarías de Género y Diversidad en las universidades implicó poder testimoniar algo común que estaba pasando y que no estaba siendo oído por las instituciones en ese momento. Tuvimos que volver a testimoniar, escucharnos y construir un tejido de relatos que coincidían por situaciones de abuso, de acoso que eran permanentes y silenciadas. Hay algo importante en el feminismo que es la toma de voz en la posibilidad de denunciar esas violencias y decir que no eran individuales sino que estaban tejiéndose generacionalmente. Uno podía escuchar a la compañera y después a la mamá, a la tía, a la abuela y ver qué tipo de violencias se habían construido ahí. Es muy vergonzoso pensar que no son casos aislados. Nos vamos dando cuenta que hay una potencia colectiva y política de poder enunciar esos dolores que necesitan colectivizarse porque individualmente muy poco podemos hacer. El feminismo que me interesa es una lucha colectiva, situada, territorial y que también se reconozca de todas estas maneras. En un momento ese feminismo de la universidad me empezó a quedar muy pequeño y ahí es cuando levantamos Rangiñtulewfü que parte como un colectivo mapuche feminista y hoy no todos se reconocen feministas pero es lugar en el que tratamos de compartir nuestras vivencias sobre las disidencias sexuales dentro del mundo indígena y posicionarnos como mujeres o personas de las disidencias antirracistas y anticoloniales. Eso era algo que les faltaba a los espacios universitarios, por más que se estuvieran leyendo textos diferentes todavía había una mirada muy urbana y universitaria. Esas otras cosas que ocurrían en los territorios que no solo sucedían ahí y no son solo temas de genero, ya que está la problemática extractivista donde hay mucho arrasado por las forestales, las hidroeléctricas que están tejidas a los otros tipos de violencias.


Foto Cris Sille
Foto: Cris Sille.

Hay palabras en mapuche desde el mismo título del libro. ¿Siempre pensaste en este título? ¿Hubo intentos por explicar esos términos?
La tensión del glosario estuvo presente en las dos ediciones. En Chile, lo trabajé mucho tiempo pero en 2019, el año de la revuelta, lo retomé con el editor Nico Meneses, escritor chileno, que me preguntaba qué íbamos a hacer con esos términos y yo le explicaba que en poesía no pongo glosario, la poesía está tan incorporada al ritmo y a la cadencia que no es necesario que las personas conozcan qué significa porque la sonoridad también es parte de la poesía y si a alguien le causa curiosidad va y las busca. Con esta edición me pasó lo mismo, no fue una gran discusión pero fue plantear que no quería un glosario. Si uno se tropieza con una palabra en francés o ingles la busca o ni siquiera la busca. No son muchas, están ahí como salpicando algo. La idea del glosario me parece demasiado pedagógica. Creo que un lector puede tener la autonomía de entrar a un libro y perderse sin necesidad de que le estemos explicando todo el tiempo.


¿Qué autores y autoras reconocés como influencias en tu escritura y cuáles especialmente en este libro?
Pedro Lemebel que es uno de los autores que más leí en mi adolescencia. "Tengo miedo torero" es un libro que marcó mucho a mi generación porque los lugares donde nacimos y crecimos estaban por fin reflejados en la literatura. Estas casas del margen, los espacios geográficos, los tonos de habla. Era algo palpable para nosotros. También leí muchas cosas relacionadas con la literatura de Manuel Rojas, y estoy muy muy permeada por las lecturas feministas y antirracistas durante mucho tiempo. Me interesaba que eso estuviera ahí, no en un proceso pedagógico pero si entrelineas, que los personajes estuvieran conversando sobre estos temas, que fueran mujeres que se reconocieran desde esos lugares, que empezaran sus búsquedas, sus procesos con respecto al territorio. El ejercicio del oído es importante y el testimonio y el relato se van fortaleciendo también gracias a esa escucha. Si no tuviéramos la disponibilidad de estar escuchando esas violencias o esos testimonios sería muy difícil tratar de escribirlos.


¿Cómo juega la docencia en tu escritura, esa conversación que se inicia en un aula sigue en la escritura?
Es importante el diálogo. A pesar de que el trabajo de escritura es solitario no podríamos escribir si no estamos dialogando, escuchando a otros y a otras. Defiendo la idea colectiva del escritor y la escritora. No nací escindida de una comunidad. Esa comunidad me dio material para trabajar. Mis primeros libros de poesía fueron construidos a partir de los diálogos con mi papá y mi abuelito sobre su migración forzada a la ciudad, sobre el racismo que habían experimentado en sus infancias, sobre la mirada de la naturaleza. Son materiales que después uno va transformando, a veces quedan muy similares, uno lo puede transformar. Soy profe de filosofía entonces mis clases son muy dialógicas también, el espacio de diálogo me interesa porque me interesa que pensemos de manera colectiva. Enseñar a pensar pareciera ser un caso revolucionario. Me interesa que sean espacios de diálogo en los que construyamos a partir de la conversación, que haya debate, ideas que se contraponen, eso da mucho material para escribir.

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