Opinión
30-04-2023 10:17 - américa latina
En Paraguay se juega el futuro del Mercosur
Del resultado de la elección presidencial en el país vecino depende que se pueda controlar la intromisión norteamericana en la región y que el bloque negocie unido con el gigante asiático.

Ninguno de los dos candidatos que se postulan a la presidencia de Paraguay este domingo representan una alternativa superadora de décadas de atraso, corrupción e injusticia. Sin embargo, sus diferentes alineamientos internacionales van a influir sobre la ubicación de la nación guaraní en el entorno regional y, viceversa, van a determinar en buena medida el futuro del Mercosur. La guerra mundial en cuotas que parte el planeta también se libra en el corazón de América y su deriva va a pesar sobre nuestro curso en los meses venideros.
Más de 4,7 millones de paraguayos están convocados este domingo a elegir a su nuevo jefe de Estado en una elección de resultado incierto, porque las encuestas anuncian un empate técnico entre los dos principales candidatos, el oficialista Santiago Peña (Partido Colorado) y el opositor Efraín Alegre (Concertación Nacional), quienes concentran el 70 % de la intención de voto. En un lejano tercer lugar aparece el senador Paraguayo Cubas. Luego siguen el excanciller Euclides Acevedo y el exfutbolista y hoy político de ultraderecha José Luis Chilavert, que rozan el 2,0%. El resto de los candidatos no supera el 1,0 % de las preferencias.
Como en Paraguay no existe la segunda vuelta, el vencedor puede consagrarse por una mínima diferencia de votos. Además de presidente y vicepresidente, en los comicios se eligen 45 senadores, 80 diputados, 17 gobernadores y 17 juntas departamentales. En la elección se decide quién gobernará el país durante cinco años a partir del 15 de agosto, cuando termina el mandato de Mario Abdo Benítez, y si la Asociación Nacional Republicana (nombre oficial del Partido Colorado) seguirá gobernando el país, como lo viene haciendo desde 1943 con el interregno de Fernando Lugo (2008-12).
La campaña electoral ha estado signada por la masiva interferencia del gobierno norteamericano, que ha acusado de corrupción y prohibido el ingreso a EE.UU. al expresidente Horacio Cartes (2013-18), padrino y mentor de Santi Peña. Este joven economista de 44 años fue funcionario del Banco Central y luego trabajó en la sede del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Nueva York, lo que le granjeó simpatías en la derecha paraguaya. Su candidato a la vicepresidencia es Pedro Alliana, expresidente de la Cámara de Diputados.
Debido a un abierto enfrentamiento entre Cartes y el presidente Mario Abdo Benítez (2018-23), el Partido Colorado llegó a las elecciones internas de candidatos presidenciales de fines del año pasado dividido en dos grandes bloques. Cartes apoyó a Peña y Abdo, al exsenador Arnoldo Wiens, pero el actual mandatario sufrió una dura derrota política frente a su antecesor, quien, además del triunfo de su candidato, también obtuvo el liderazgo del Partido Colorado.

Para despegarse de las acusaciones de corrupción, el postulante colorado ha ofrecido transparencia. Entre sus promesas incluye el combate a la evasión de impuestos así como la creación de 500.000 empleos para reducir la economía informal, el control de la inflación, el mantenimiento de los precios de los servicios de energía y el aumento de programas sociales. Por su parte, Efraín Alegre se candidatea por la Concertación, un bloque opositor conformado por 23 partidos que busca terminar con la hegemonía del Partido Colorado y que ha centrado su campaña en promesas de combatir la corrupción.
A sus 60 años este abogado, exdiputado y exsenador, preside el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y llega a la contienda acompañado de su candidata a la vicepresidencia, la exministra de la Secretaría Nacional de Vivienda Soledad Núñez, una ingeniera de 40 años con la que espera atraer el voto de los jóvenes y de las mujeres. Esta es la tercera campaña presidencial de Alegre. Después de haber sido vicepresidente de Fernando Lugo, a quien traicionó en 2012, en 2013 quedó segundo al obtener el 37% de los votos contra el 46% de Cartes. En 2018, en tanto, alcanzó el 43% frente al 46% de Abdo Benítez. Como la diferencia fue tan corta, Alegre denunció fraude, pero las autoridades terminaron reconociendo el triunfo del actual mandatario. Ahora Alegre va por su tercera candidatura presidencial con el apoyo de una alianza variopinta que incluye a la mayoría del Frente Guasú, que de ese modo pretende repetir las experiencias progresistas de Chile y Brasil.
Si bien la mayoría de los sondeos de opinión muestran un empate técnico, hay que relativizar sus datos. Por un lado, en Paraguay no hay regulación legal ni autocontrol de las empresas de estudio de opinión pública y muchas veces se las ha acusado de partidismo. Por el otro, dadas las condiciones de exclusión social en que vive la mayoría de la población, los métodos de relevamiento aplicados son de dudosa eficacia.
Por otra parte, también la abstención electoral va a tener un rol muy importante. Si ésta es alta, la elección la va a decidir el partido con mayor capacidad de movilización y cobertura territorial, y éste es de lejos el Partido Colorado. De todas maneras puede preverse ya que el oficialismo va a arrasar en la elección legislativa, en los departamentos y en los municipios. Este dato no es menor, ya que el derrocamiento de Fernando Lugo mediante un juicio político amañado demostró el poder que puede tener el Congreso, cuando su mayoría se opone al ejecutivo.

Por primera vez desde hace mucho tiempo en esta campaña electoral tuvo gran relevancia la política exterior, ya que, mientras que Santi Peña aboga por el mantenimiento de las relaciones diplomáticas con Taiwán, Efraín Alegre defiende el reconocimiento de la República Popular de China como único representante del pueblo chino. Esta diferencia de orientación es central para la ubicación regional del país y para el futuro del Mercosur.
Horacio Cartes, cuya base de poder local se encuentra en el este del país, ha aprovechado durante décadas el gigantesco aeropuerto de Hernandarias (cercano a Ciudad del Este), para recibir armas, equipamiento electrónico y electrodomésticos de Taiwán que luego contrabandea a Brasil y Argentina. Los taiwaneses, a su vez, aprovechan este vínculo privilegiado para participar en el tráfico internacional de drogas y armas en asociación con el Primer Comando de la Capital (PCC) de Brasil y la tolerancia de gran parte de la oficialidad brasileña. Precisamente, es a través de bancos de la vecina Foz do Iguazú que el dinero del comercio ilegal sale hacia EE.UU. donde se legaliza, para volver a Sudamérica en forma de inversiones inmobiliarias. Esta red criminal se extiende a todos los países vecinos, con nexos con la política y la empresa privada.
Tanto el gobierno de Lula da Silva como el de Alberto Fernández tienen un gran interés en que Paraguay establezca relaciones diplomáticas con China, porque Pekín ha dado a entender que no va a negociar acuerdos comerciales con ningún país de la región por separado. Por ello es que Uruguay hace dos semanas desistió del Tratado de Libre Comercio que pretendía firmar con la República Popular a favor de un acuerdo de todo el bloque.
Esta situación plantea un dilema a la diplomacia norteamericana: por un lado combate a Horacio Cartes por los vínculos de éste con Jair Bolsonaro y Donald Trump. Por eso se apresuró recientemente a acordar con el saliente gobierno de Mario Abdo la intervención del Cuerpo de Ingenieros del US Army en la regulación de la navegación por el Río Paraguay. Pero, por el otro lado, quiere impedir el acercamiento del bloque regional a China.
Todo lo explicado evidencia que la elección paraguaya está plagada de incógnitas. El triunfo colorado daría alas a la ultraderecha en Brasil, Argentina, Uruguay y Bolivia y dificultaría los lazos con China. El de su contrincante, en tanto, llevaría a un gobierno débil con una mayoría opositora y a una agudización de la conflictividad con Washington por el establecimiento de relaciones con el gigante asiático. En ambos casos será determinante para el futuro del Mercosur.