Sociedad

25-03-2022 15:38 - a 40 años de Malvinas

"Sin un sope", desanimados y apostando todo el Prode: el país en los tiempos previos a la guerra

¿Qué cosas pasaban en la sociedad en la previa del desembarco militar en las Islas Malvinas? ¿Cuáles eran los estados de ánimo, los climas, los sueños colectivos?

Por Gabriel Giubellino
Por Gabriel Giubellino
25-03-2022 | 15:38

"Sin un sope", desanimados y apostando todo el Prode: el país en los tiempos previos a la guerra

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¿Qué cosas pasaban en la sociedad en la previa del desembarco militar en las Islas Malvinas? ¿Cuáles eran los estados de ánimo, los climas, los sueños colectivos? En una atmósfera de timba financiera, con tasas de interés que llegaban a picos de 400% anual, censura y una represión que ya formaba parte de la discusión pública, la mayoría luchaba por conseguir el peso diario, otros protestaban por problemas cotidianos como conseguir cospeles y los más fantaseosos se pegaban a la radio los domingos esperando el gol o que la pelota pegara en el palo: si los resultados del fútbol acompañaban, el que sacaba el Prode se podía parar para toda la cosecha y mandarse a mudar.

En los años de la plata dulce, la meca era la calle Florida, fina peatonal por entonces, visita obligada de los turistas yanquis, brasileños o venezolanos (en esos años Venezuela era un lugar de exilio para los argentinos), arena donde presenciar el espectáculo diario de las cotizaciones de las acciones o bonos externos (Bonex), que podían subir o bajar como los jabs y ganchos en el Luna Park.

Comprar Bonex sin plata a pagar en 72 horas y vender el día D en contado inmediato, jugado a todo o nada, esperar el plazo para saber si había que descorchar champagne o salir a pedir para bancar lo perdido. "La timba", le decía Norman Benítez, contador, en esos años auditor externo de la Bolsa de Valores cuya tía Marlene tipeaba los informes en una máquina de escribir eléctrica que al tacto volaba. ¡Qué moderno!, diría Charly poco tiempo después, hablando del walkman.

"Tasa fija o variable, usted elige", invitaba el Banco de Boston. "Inversiones libres para gente con tiempo completo", hacía lo propio una publicidad del Banco Río. El Banco Comercial del Norte llamaba a invertir "a plazo libre" (70% anual).

Ilustracin Pablo Blasberg
Ilustración: Pablo Blasberg

Un datito: el 29 de marzo de 1982, mientras el transbordador espacial Columbia se aprestaba a aterrizar en Nuevo México, la tasa de interés viajaba a la estratósfera del 320% anual. Dos días después llegaba al 400%. Lo "normal" era 140, 170% anual.

En el kilómetro 0 de ese mundo de apuesta, especulación y sálvese quién pueda, Florida y Lavalle, un cronista se encontró un buen día en dificultades para llamar a su trabajo. Jorge Aulicino, el poeta, escribió entonces una nota en Clarín sobre los teléfonos públicos, un pedido a la vez de quienes acudían a los periodistas como él para que hagan algo "a ese u otros respectos, como si fuera soplar y hacer botellas en el país de los oídos tapados".

Con sus formas de huevo cortados en diagonal, el poeta los describió como "un aporte ornamental de los diseñadores de ENTel (Empresa Nacional de Telecomunicaciones) a la ciudad de Buenos Aires". Una ironía sobre la dificultad para conseguir cospeles, Y una denuncia: los vendedores de diarios y los quiosqueros se negaban a traficar la ficha por el cambio. "Son capaces de venirte con un billete de diez palos a pedirte una ficha", protestaba uno.

"La gente no tiene un sope, no toma tacho", otra queja de laburante, que se puede ver hoy como ayer en el canal de YouTube del cineasta Néstor Montalbano, ventana audiovisual a esos y otros años. Asusta el silencio, por ejemplo, de una pulcra ceremonia castrense de traspaso de mando, apenas interrumpida por el ruido del flash del fotógrafo oficial.

Foto archivo
Foto archivo.

Un muestrario de la fauna y flora porteña y su desánimo aparece en "El Buenos Aires de Oberdán Rocamora", de Jorge Asís, publicado por editorial Losada en enero de 1981. Frescos de una época delineada por personajes un poco atorrantes, bastante más cínicos, nihilistas por completo que miraban desde todo lo alto que puede ser la mesa de un bar. Desde arriba pero sin sobrar, inmersos y alejados al mismo tiempo de esa oscuridad. Perdedores, más allá del resultado del juego que estaban obligados a jugar.

Decía de un amigo que no conseguía alquilar departamento: "Es un incauto que en 1976 se da el lujo de ser depresivo". Le explicaba a otro compinche español, testigos de cuerpo presente de razzias en el tribunalicio café Petit Colón, Libertad y Lavalle, que la cédula es parte del cuerpo: "Cuando nos falta sentimos como un dolor".

La guita, hermano, that is the question, escribía Rocamora. Para tener una idea, por un dólar daban más o menos 10.000 pesos. En Disco, el kilo de manzana costaba 4.500 pesos. Un litro y medio de aceite mezcla, 13.500 pesos. La ciudad, o la vida misma, se jugaba a la ruleta. Para los más jugados era una ruleta rusa. Para otros, el Prode.

Foto archivo
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Local, empate, visitante. De eso se trataba el Pronóstico Deportivo (Prode), de pegarla en 13 partidos. Aquellos premios volverían loca a la sociedad actual con sus pozos suculentos, para usar un adjetivo trillado en los diarios de la época. Semana a semana la recaudación alcanzaba un nuevo récord.

Pasar al frente, que se dé vuelta la taba, pero bien. Ese sueño campero y argentino lo alcanzó un mozo que pasó a ser "billonario" con el Prode: ganó 10.811.901.600 pesos (no, no hay error del cronista en la cifra). El hombre tenía un salario de 1,8 millones. Los diarios imprimieron que el suertudo se había alzado con un millón de dólares, pero en pocas horas se vieron obligados a rectificar. El "verde", como le decían, había pegado un saltito a 11.300 pesos y el mozo tenía ese día apenas 864.000 dólares. Vaya a saber qué pudo comprar cuando le pagaron.

Esas tarjetitas de Prode perforadas en la agencia, que hoy se consiguen a unos 1.000 pesos en Mercado Libre, acaso hayan sido uno de los primeros contactos del pueblo con el mundo informático en ciernes. El Instituto Superior Mariano Moreno apostaba a los cursos de programación y "graboverificación". En las oficinas, las centralitas telefónicas eran la última novedad capaces de… ¡desviar una llamada o hacer una rellamada automática!, como exaltaba una publicidad de Philips. Una gloria. Tanto como los freezers que empezaban a aparecer en las casas acomodadas.

En medio de esta vorágine financiera, si uno prendía la tele para ver el noticiero del mediodía podían aparecer en ATC, hoy TV Pública, Liliana López Foresi, Macaya Márquez y Mauro Viale. A las 19 luchaban por el rating "Ladrón sin destino" (Canal 2) con "La Mujer Biónica" (Canal 13). A las 23, "Kojak"vs. "Vivo de noche", un periodístico con Andrés Percivale.

Esta era toda la oferta de pantallas en marzo de 1982, probablemente escasa o deprimente visto con los ojos de un joven de hoy.

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Sin embargo, se le podría retrucar a estos chicos que el menú se completaba con decenas de salas cinematográficas diseminadas en la Ciudad, más de 100, donde daban "Papillón", "Reds", "Popeye" y también "Los piolas no se casan", hay que decirlo.

Los piolas, justamente, de la época experimentaban los albores de la globalización comiendo una hamburguesa en Pumper Nic, con su logo copiado o inspirado, da igual, en el de Burger King. Los locales de Pumper eran los más cancheros entre los negocios ubicados en galerías comerciales, hoy en decadencia o cerradas, prueba irrefutable de que los arquitectos no pueden reciclar todo.

Un cronista anónimo del diario La Nación hablaba de los "imanes" que atraían al ocio nocturno en Villa Gesell. Protestaba contra los flippers: "Nadie sabe que en una época se llamaron tragamonedas y estuvieron prohibidas pues para lo único que servían era para quitarle plata del bolsillo a la muchachada".

Pero claro, no todo se podía ver o escuchar. En los días previos al desembarco en Malvinas el Ente de Calificación condenaba al silencio a una película bautizada en Argentina como "El pueblo contra Alice Cooper" (?), consignaba la prensa. Para ver Pixote, del argentino Babenco, había que ir a Brasil. En una jornada sobre censura organizada por la Sociedad de Distribuidores de Diarios se evaluaron las ventajas de una "libertad moderada" o de una "regulación a cargo de la familia y las instituciones intermedias".

Foto archivo
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El 30 de marzo, el día de la ahora histórica concentración por Paz, Pan y Trabajo que fue reprimida, Horacio Altuna, dibujante de El Loco Chávez y Las puertitas del señor López, hacía público que emigraba a Barcelona.

En esta atmósfera de timba, tómbola y cheques sin fondo, más de 15.000 personas le hacían juicio al Banco Hipotecario Nacional, estaqueadas por la circular 1050, famosa por lo abusiva, que indexaba las cuotas de manera criminal. La empresa Ford Motor Argentina despedía de un saque a 3.000 trabajadores.

Al mismo tiempo los militares anunciaban, 20 días antes del desembarco, que pensaban en levantar el estado de sitio. En esos días también proponían un acuerdo de "mutuas concesiones" a los políticos, ya agrupados en la Multipartidaria, para avanzar hacia la "institucionalización" democrática. Por primera vez daban su versión sobre los desaparecidos, de "los casos que han podido esclarecerse" (sic) . La revista 10 anunciaba quién era el novio de Isabel Perón en Madrid -preocupación que también mostraba la revista Gente- y en su tapa afirmaba: "Por primera vez hablan las Madres de Plaza de Mayo".

El 2 de abril pasó lo que todos sabemos. Nadie podría decir que el pueblo se "desayunó" con la noticia.

El 2 de marzo, un mes antes, el título principal de la portada del diario La Nación, el de arriba, avisaba para quien quisiera leer: "Nueva política para las islas Malvinas. El Gobierno endureció su actitud al reservarse el derecho de tomar otras medidas si no dieran resultado las reuniones mensuales propuestas para 'acelerar verdaderamente al máximo' la negociación".

Una sociedad "replegada en si misma que "estalló de emoción" el 2 de abril

Una sociedad "replegada en si misma" que sufría la hostilidad de un "panorama desolador" en un clima de represión y que empezaba a manifestar cierto cansancio con el gobierno militar recibió con entusiasmo y fervor patriótico la noticia de la recuperación de las Malvinas en abril de 1982, aunque no por esto, dicen estudiosos de ese momento histórico, la gente deba ser catalogada de "veleta".

"Si uno piensa en la sociedad argentina de ese verano, a grandes rasgos y por lo menos en los grandes centros urbanos, es una sociedad que ya llevaba varios años de dictadura militar, los efectos de la política económica ya se hacían visibles por la especulación financiera, el desempleo. Era una sociedad que empezaba a tener tibiamente una noticia de la represión, aunque los cuestionamientos a la dictadura eran sobre todo en el exterior", comienza Federico Lorenz, historiador e investigador del Conicet.

Lorenz considera que se trababa de una sociedad "muy replegada sobre si misma, fruto de la represión, la censura, el temor, el disciplinamiento social, que la última vez que había salido a la calle en gran escala había sido para el mundial 78 y el mundial 79 (juvenil)".

Esa sociedad que apoyó masivamente la guerra se relacionaba con una información "que estaba sometida a una severa censura de prensa, los medios en general funcionaban prácticamente como house organ de la dictadura", agrega.

¿Hubo una ruptura entre lo que simbolizaba la marcha del 30 de marzo y el apoyo que se generó tres días después?

"Generalmente se usa la metáfora de la sociedad veleta para marcar esto", contesta María Sofía Vasallo, doctora en ciencias sociales e investigadora del Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa).

"Pero no hay una ruptura. La reinvindicación de la soberanía territorial está íntimamente ligada a la recuperación de la soberanía política. Muchas veces se ha difundido la idea de que la sociedad fue manipulada o cómplice de la dictadura. Pero vemos que hay muchos gestos y palabras que han resultado invisibilizados que se manifiestan durante esos días", dice al comentar los avances de una investigación sobre las voces populares en esas movilizaciones masivas a Plaza de Mayo en busca de la pluralidad, la multiplicidad e incluso las contradicciones.

A la hora de entender el apoyo de ese 2 de abril, Sabrina Morán, licenciada en Ciencia Política, doctora en Ciencias Sociales, señala que "la lucha es un significante importante para el pueblo argentino" y menciona como algunos de los hitos históricos "el libro de Paul Groussac que se escribió con el fin de que se editara en escuelas para que conozcamos en Malvinas" o el libro de José Hernández.

"A lo largo de toda nuestra formación educativa obligatoria se conmemora y se reinvidica (Malvinas), eso nunca estuvo en discusión. Es un vínculo efectivo de larga data que explica parcialmente la adhesión masiva a una guerra que no estaba en la agenda", subraya Morán, becaria posdoctoral del Conicet y autora de "La guerra de Malvinas en la transición democrática argentina. Conflictos y tensiones de una agenda política desmalvinizada".

Lorenz destaca "la enorme esperanza que generó la recuperación de las islas frente a un panorama desolador, de muy poca expectativa de desarrollo personal, carencia de trabajo, en un clima de bastante hostilidad hacia los argentinos".

El trabajo de campo de la UNLa también advirtió en esas voces un cambio en el clima de época.

"El estallido que produce la guerra de Malvinas, esta posibilidad de salir a la calle produce gran emoción, gran alegría -cuenta Vasallo-. Todos los participantes coinciden en decir que estallaron de emoción y pudieron volver a decir lo que tenían anudados adentro luego de muchos años".





  • PROGRAMA NACIONAL DE ATENCIÓN AL VETERANO Y EXCOMBATIENTE DE GUERRA

  • Cobertura para vos y tu grupo familiar en PAMI

  • En caso de precisar asistencia psicológica llamar al 139

  • Para emergencias psiquiátricas llamar al 138, opción 7

  • • Más info en Centros de Veteranos de Guerra

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