Cultura
29-05-2017 10:14 - muestra
Oscar Masotta, el marxista díscolo que amaba el psicoanálisis y los hapennings
La habilidad para anticiparse a su tiempo y una irreverencia que saltea el laissez faire del pensador orgánico convierten a Oscar Masotta (1930-1979) en una pieza central para analizar el impacto del psicoanálisis y las vanguardias de mediados del siglo XX en la Argentina, tal como lo plantea una muestra que por primera vez reconstruye su pensamiento y sus audaces incursiones en un territorio -el de los happenings- que los intelectuales de su época leyeron con recelo.

"La teoría como acción", el título de la exposición que acaba de inaugurarse en el Museo de Arte Contemporáneo (MUAC) de México y que luego seguirá camino por Barcelona y Buenos Aires, se plantea como el gran articulador que ensambla los nueve núcleos que la componen y define al mismo tiempo la errancia diletante del hombre que a contramano de una generación desgarrada entre el arte y la militancia política, hizo del pensamiento y la práctica formas asociadas de su búsqueda.
"La práctica intelectual de Masotta desordena y obliga a repensar muchos lugares comunes: no se queda cómodo en ningún sitio, se ubica en los márgenes de instituciones como la UBA o el Instituto Di Tella, y desde esa posición marginal y no legitimada provoca movimientos inesperados, vertiginosos", analiza la ensayista Ana Longoni, que en los últimos cuatro años trabajó en este proyecto hasta conseguir la visibilidad tripartita que tendrá la exposición en los próximos dos años.
El trabajo de la investigadora del Conicet y autora del ensayo "Del Di Tella a Tucumán Arde" se despliega en 500 metros cuadrados y registra dos hitos: es la primera vez que se concreta una iniciativa de este tipo destinada a recorrer la trayectoria vital e intelectual de Masotta, y al mismo tiempo nunca antes habían salido del país un conjunto tan relevante de obras de la vanguardia argentina representada por nombres como Alberto Greco, Rubén Santantonín, Marta Minujín, Dalila Puzzovio, Rafael Squirru, Edgardo Giménez, Luis Wells y Roberto Jacoby, entre otros.
El itinerario que proponen núcleos como "Literatura y peronismo","Arte de los medios", "Masotta happenista", "Exilio y psicoanálisis", "Derivas y Papeles personales" y "Los imagineros argentinos" surge de un collage poliforme aportado por documentos de época, obras artísticas (del propio Masotta y de los integrantes de la vanguardia argentina de los 60 con los que dialogó estrechamente) y las entrevistas en video que realizó la hija del intelectual, Cloe, a personas significativas en su vida como Juan José Sebreli, Oscar Steimberg, Roberto Jacoby y Luis Felipe Noé.

"Pensamos en integrar los distintos territorios de intervención e intereses múltiples y polimorfos de Masotta, que a veces suelen disociarse o quedan como compartimentos estancos: la literatura, el arte de vanguardia, la política, la historieta, el psicoanálisis. Al mismo tiempo, tampoco quisimos abordarlo puramente como 'un teórico', dado que produjo intervenciones artísticas muy potentes entre 1966 y 1967", detalla Longoni, que llevará la muestra al MACBA de Barcelona en marzo del año que viene y luego a su par de Buenos Aires, durante la segunda mitad del 2018 o principios de 2019.
- Télam: ¿Cómo se resignifican hoy los cruces que propuso Masotta entre campos impensados como el pop, el estructuralismo, la moda o el marxismo?
- Ana Longoni: Sin duda estamos en otro momento, e incluso algunas de las ideas que marcaron una notable avanzada (como aquella de que los medios masivos de comunicación construyen acontecimientos que propuso el grupo Arte de los Medios en 1966, o la reivindicación de la historieta como "literatura dibujada") hoy nos pueden resultar parte del sentido común. Sin embargo, hay varios aspectos en que su legado intelectual puede resonar críticamente en nuestro presente. Primero, la elaboración colectiva: no se puede entender a Masotta como una trayectoria individual, sino como la articulación o confluencia de un hacer con otros en donde la autoría no tiene límites claros y allí radica su potencia. Segundo, la capacidad de traspasar fronteras y conjugar irreverentemente lecturas tan heterogéneas como Lissitsky y McLuhan, pasando por Lacan, Sontag, Barthes, Levi-Strauss, Sartre, Merleau-Ponty... Y finalmente su reivindicación de la teoría como un modo de acción política, que nos interpela hoy por su compresión de lo político al dar cabida a dimensiones poético-políticas.
- T: ¿En qué medida su noción de desmaterialización es crucial para organizar las lecturas sobre la producción artística de esos años?
- A.L.: Masotta se topa con ese concepto decisivo en un texto del productivista ruso El Lissitsky, que se refiere a la "energía liberada" que produce la invención del telégrafo respecto de la correspondencia postal. Y el argentino lo retoma, cuarenta años después, para pensar el abrupto giro que estaba viviendo el arte contemporáneo, que desplaza su interés en la obra para pasar a enfatizar los procesos de producción y de recepción. Masotta retoma esta noción en una conferencia en el Di Tella, en julio de 1967 y los estadounidenses Lucy Lippard y John Chandler publican en febrero de 1968 su artículo "The dematerialization of art" en la revista Art International. Evidentemente la noción estaba en el aire, y él lo captó.
- T: ¿Cuáles son los disparadores que lo llevan a explorar los happenings y qué impacto tuvieron sus puestas como "El helicóptero" o "Para inducir al espíritu de la imagen"?
- A.L.: Masotta es enfático: "no soy happenista". Sin embargo se vuelca a hacer happenings, quizá buscando "intranquilizar o desorientar a alguien", y también porque no entiende teoría y práctica como dimensiones escindidas, sino como modos de hacer que se retroalimentan y conectan productivamente. Sin duda los dos happenings que realizó fueron fundantes: en "Para inducir…" (1966) contrata a veinte extras teatrales vestidos pobremente para que se dejen ver en una situación insoportable. No se puede desconocer la relación entre su gesto -que él define como "un acto de sadismo social explicitado"- y obras como "La familia obrera" de Oscar Bony (1968). Por otro lado, "El helicóptero" explora de una manera muy compleja lo que ocurre a nivel de la comunicación cara a cara, el rumor, cuando una parte del público vive un acontecimiento y la otra mitad se lo pierde.
- T: ¿Cómo se ubicó Masotta ante el rechazo de la izquierda orgánica a las formulaciones vanguardistas de los 60?
- A.L.: Entre las muchas y encendidas polémicas que desató Masotta recuperamos en la exposición tres: con Luis Felipe Noé en torno a la Antiestética, con Jean Jacques Lebel sobre el concepto de happening, y con intelectuales de izquierdas como el epistemólogo Gregorio Klimovsky y el poeta y sociólogo Darío Cantón, quienes consideraron frívolo y snob que un marxista se dedicara a los happenings cuando había asuntos mucho más urgentes que atender como el hambre. Masotta acusa recibo de estos argumentos en su texto "Yo cometí un happening". Nunca dejó de reconocerse como marxista, aunque sus intereses intelectuales (por ejemplo el psicoanálisis, el estructuralismo o la vanguardia artística) fueran defenestrados desde la ortodoxia partidaria. Masotta promueve que el marxismo encare la tarea de "sintetizar estas perspectivas dispares".