Sociedad
Intoxicación intencional o accidental?
Marcela Waisman Campos, psiquiatra-Neuróloga Cognitiva; médica del Departamento de Neurología Cognitiva, Neuropsiquiatría y Neuropsicología de FLENI y docente de la Maestría de Adicciones de la Universidad del Salvador, analiza el fenómeno de las fiestas electrónicas y la droga.
Las intoxicaciones pueden ser intencionales o accidentales, o incluso pueden presentarse ambas al mismo tiempo. Los usuarios de sustancias psicoactivas tienen probablemente la intención de lograr sentir placer y felicidad o disminuir la tensión o el sufrimiento, sin daño. Esa combinación no es posible lograrla a través de una sustancia que nuestro cuerpo no puede asimilar adecuadamente, o sea no tenemos los sistemas adecuados para procesar ya sea un plástico, una hoja de una planta no comestible o las conocidas sustancias psicoactivas con toxicidad estudiada o conocida.
Siempre que utilicemos una sustancia, rompemos el equilibrio complejo de una parte del cuerpo, algo vamos a perder. Los distintos nombres y las novedosas presentaciones (en forma de hojas, de polvos, de pastillas multicolores) solo aporta a fines de poder continuar con la expectativa y el marketing. La búsqueda de sustancias mas potentes implica finalmente mayor impacto cerebral y aparición de otros efectos incluso desconocidos.
El concepto popular de este fenómeno lo pone más cerca de un comportamiento social que muchos lugares del mundo toleran más que otros, hasta que aparece una condición médica grave. Evaden sistemas de regulación (se accede en pequeños comercios o por medios electrónicos), algunos son difíciles de detectar (los consumidores ven en esto una ventaja, no es así en la practica medica para poder comprender la sintomatología en un paciente), se venden como alternativas “legales” a drogas conocidas y la evidencia científica es escasa pero solamente por el conflicto que genera realizar estudios con sustancias que generan daño y que no sirven para fines terapéuticos.
La repercusión del consumo es notablemente diferente de unos pacientes a otros, justamente por la diferente vulnerabilidad y capacidad de resiliencia de cada uno. Al consumirlas puede ser que tengan impacto en nuestra mente, con cambios de ánimo, cognitivos( en la atención o en la memoria), de conducta o motivacionales; en nuestro cerebro con convulsiones, accidente cerebrovascular; en el corazón con arritmias o infarto, en nuestro hígado con alteraciones en las enzimas hepáticas y lesión hepática, etc. ¿La intoxicación “accidental” sería entonces cuando creo que es posible controlar el riesgo o perder solo un poco de mi estado de equilibrio y no poder volver rápidamente al basal o cuando alguien me suministra una sobredosis?. No existe dosis de una sustancia toxica. Las creencias condicionan nuestras decisiones, y aprender a sobrevivir sin caer en las trampas socialmente impuestas por los narco-comerciantes, sea el Estado quien dispense o un señor en una fiesta o una señora en la calle, legales o ilegales.
La percepción de riesgo a veces es baja, a veces por lo desconocida, pero la aparición en salas de emergencia nos indica que debemos tenerlas en cuenta para intervenir a tiempo. Poca información acerca de su seguridad, perfil farmacocinético y farmacodinámico tenemos de las sustancias que aparecen o reaparecen en el mercado, por lo tanto su abordaje es sintomático y muchas veces incierto. Las estadísticas sobre casos fatales no se relacionan ni con dosis ni con método utilizado. En la experiencia clínica las muertes que se constatan son aquellas donde se logró diferenciar el producto consumido (en general hoy el policonsumo es lo mas frecuente) y la omisión de la relación, es lo mas frecuente en la práctica.
El requerimiento de asistencia aparece en aquel individuo que presenta efectos adversos graves o sensaciones desconocidas o de duración inesperada, ya que suelen ser personas acostumbradas a vivencias “extrañas”. La evaluación clínica y psiquiátrica es necesaria. La repercusión en su calidad de vida-social-laboral-académica-judicial, es la preocupación actual con mayor impacto social y que debemos sacar a la luz para tomar decisiones prudentes a tiempo para aquel que se inicia en el consumo y quienes deben intervenir en estas situaciones complejas.
La abstinencia (suspender el consumo) es la principal medida a conseguir para frenar el deterioro e intentar el inicio de la recuperación clínica.
(*) Psiquiatra-Neuróloga Cognitiva; médica del Departamento de Neurología Cognitiva, Neuropsiquiatría y Neuropsicología de FLENI y docente de la Maestría de Adicciones de la Universidad del Salvador