Opinión

09-05-2014 12:18 - Rock y medios

El rock encuadernado

La revista Pelo fue fundamental en la difusión del naciente rock nacional. Bien diferente a otras publicaciones musicales de la época, fue la encargada, durante casi dos décadas, de narrar las historias del rock local. La presentación en la Feria del Libro del Libro de Historias de la revista Pelo, de Juan Manuel Cibeira, uno de sus mentores, es una gran oportunidad para recorrer la historia de esta mítica publicación rockera.

Telam SE
09-05-2014 | 12:18
Telam SE


Aunque pueden ser consideradas un género literario menor, mi fanatismo por las publicaciones de música crece año a año.

Antiguamente los libros de rock eran considerados disparates editoriales. Sólo aquellos emprendimientos con ganas de perder dinero se animaban a editar uno. Así fue como el primigenio Cómo vino la mano de Miguel Grimberg, publicado en 1977, nos invitaba a un paseo por los orígenes mismos de nuestro rock argentino. Allí se podían (y se pueden) leer interesantes reflexiones de boca de sus propios protagonistas, como León Gieco, Charly García o Luis Alberto Spinetta, así  como también interesantes artículos y manifiestos relacionados a la primera década del rock en Argentina. Podríamos decir que Grimberg ha sido (y es) una pluma calificada, ya que ha formado parte de la generación beat junto a Pipo Lernoud o Jorge Álvarez, uno de los productores más visionarios del medio.

Hay que reconocer en la revista Pelo a un bastión fundamental de la cultura rock a lo largo de todo el país y al alcance de cualquier bolsillo. Esta publicación, originariamente ideada por Daniel Ripoll en 1970, supo ver aquella energía emanada de cientos de jóvenes que, movidos originariamente por los Beatles, comenzaron a perseguir los discos de Los Gatos o Almendra. Toda una generación empezaba a volcarse de forma gradual hacia el incipiente rock argentino y la revista Pelo fue una fuente de información de “primera mano” entre los músicos y sus seguidores.

Además, el nombre "Pelo" no es un nombre más. El “pelo” de los jóvenes era lo que los definía, los comprometía y, de alguna manera, los condenaba. Por aquellos años de dictadura de Onganía, las razzias caían en todos los recitales de rock. Irrumpían enérgicamente en medio del recital y obligaban a encender las luces del local. La gente era ordenada en filas y aquellos que portaran “cara de expediente” eran subidos a los colectivos utilizados para acarrear pelilargos. El destino eran las comisarías, donde muy “gentilmente” los oficiales, munidos de tijeras, les cortaban los mechones para luego barrerlos a un rincón. Ese fue el destino del pelo de Tanguito o del negro Alejandro Medina de Manal, entre otros. También el escarnio surgía espontáneamente en transeúntes, camioneros u obreros de la construcción que gritaban “maricón” o “mujercita” a los pelilargos que caminaban por la vereda. El bulling, tan de moda por estos días, escribió un capitulo de su historia por aquellos años sesentas.

En definitiva, ponerle Pelo a una revista de rock fue una genialidad. Un símbolo que aunque hoy resulte inofensivo y frívolo, hace 40 años determinaba tu destino.

Hace pocos días, tuve el gusto de conversar con Juan Manuel Cibeira, periodista y director editorial de la revista, quien, junto a Daniel Ripoll, fue uno de los responsables de su edición entre los 70 y fines de los 90. Cibeira está presentando en la Feria del Libro su reciente publicación Historias de la revista Pelo.

"Ponerle Pelo a una revista de rock fue una genialidad. Un símbolo que aunque hoy resulte inofensivo y frívolo, hace 40 años determinaba tu destino."


En esa charla recordábamos que, en la época de Pelo, también se publicó una revista llamada Pinup, que combinaba artículos dedicados a los artistas populares del momento -Neil Sedaka, Paul Anka, Los Beatles o Charles Aznavour- con aquellos emergidos del Club del Clan, como Palito Ortega o Nicky Jones, a los que se sumaban los nóveles talentos de la generación beat argentina, tales como Litto Nebbia,  el grupo Almendra, Leonardo Favio, Sandro o Roque Narvaja.  Sin embargo, era una revista muy distinta a Pelo, que tenía una concepción ideológica acerca de la música y donde, a diferencia de Pinup, aparecían artículos sobre Bob Dylan, The RollingStones, Jimi Hendrix y los nacionales Manal, Vox Dei o Almendra.

Cibeira también me contó sobre los orígenes de la revista. Él, estudiante de diseño gráfico -una nueva carrera que aglutinaba gente con aspiraciones artísticas-, de repente devino en espontáneo periodista a partir de su presencia –casual- en un hecho histórico. El encuentro se realizaría en unos viejos estudios usados para cine, de nombre Phonalex y allí, obviamente, nadie tenía idea de la magnitud de lo que iba a suceder. Para empezar, el productor Jorge Álvarez había convencido al histórico Billy Bond de que participe con su súper grupo llamado La pesada del Rock and Roll acompañando a un dúo de jóvenes compositores. Los integrantes de ese binomio tenían el mismo nombre de pila: Carlos Alberto García Moreno y Carlos Alberto Mestre. Juan Manuel Cibeira, que estaba allí, fue el encargado de hacerles su primera entrevista importante para la revista Pelo. Poco tiempo después serían rebautizados como Charly García y Nito Mestre y el dúo se llamaría Sui Generis.

El desafío de esta publicación fue adaptarse a las distintas épocas. La revista estuvo junto al trío The Police en la mítica actuación en la discoteca New York City en 1980, incluso el mismo Cibeira fue testigo del improvisado catering que recibió la banda inglesa: tres especiales de jamón cocido y queso en pan francés y una gaseosa cola de un litro. Eran otras épocas y otros presupuestos. Muchas anécdotas como esta, y otras, ilustran el libro Historias de la revista Pelo que Cibeira  acaba de publicar.

Otras fundamentales publicaciones fueron la revista Expreso Imaginario, que surgió en plena dictadura militar del ‘76, en donde además de información estrictamente musical abundaban artículos dedicados a la ecología o la filosofía. La “Expreso”, como solíamos decirle, fue la conjunción de un grupo de gente notable. Jorge Pistochi había sido parte del staff de Pelo y en busca de otros rumbos, quizás más alternativos, organizó esta nueva publicación junto a Horacio Fontova (el negro), que se dedicaba al diseño gráfico, Pipo Lernoud y Alfredo Rosso aportando sus textos de poesía, ecología y música. Posteriormente, ingresaría Roberto Pettinato, quien llegaría a ser el director de la revista. Pero esa es otra historia, que amerita una columna propia.

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