Cultura
13-09-2013 11:03 - libro
Markson atrapa al lector con textos sin trama ni personajes
En "Esto no es una novela", el estadounidense David Markson (1927-2010) avanza sin titubear, sin trama y sin personajes en un libro que hipnotiza al lector a través de la erudición de sus citas, del itinerario secreto donde el escritor va dejando sus huellas así como en la reiteración de muertes de personajes célebres, cuya letanía ordena el caos.

"El Escritor está bastante tentado de dejar de escribir/ El Escritor está mortalmente aburrido de inventar historias (...) Una novela sin ningún tipo de indicio de argumento, le gustaría idear al Escritor/ Y sin personajes. Ninguno. (...)Que sin embargo induzca al lector a seguir pasando las páginas", desliza Markson, cada tanto entre citas, siguiendo a pie juntillas el ritual de su escritura.
"Máximo Gorki murió de tuberculosis./ ¿O lo mandó matar Stalin?/ Baudelaire murió tras quedar paralizado y privado del habla por sífilis", microinformaciones breves que dan cuenta de la muerte de alguien. Un político, un pintor, un músico, de diferentes épocas.
O la descripción de una escena: "Estaba cansado y enfermo. Me quedé mirando el fiordo a través de la ventana. El sol se ponía. Las nubes estaban rojas. Como sangre. Sentí como si un grito atravesara la naturaleza./ Dijo Edvar Munch. / Solo puede haber sido pintado por un loco./ Dijo Munch del mismo lienzo".
Y otros datos y datos que aparecen en el libro, publicado por La Bestia Equilátera, como que Jorge Luis Borges se casó con su segunda esposa a los ochenta y seis y John Dewey a los ochenta y ocho; o que Sarah Bernhardt dormía en un ataúd abierto y sir Lancelot buscó su caballo y montó por el bosque todo ese día y toda la noche, llorando. Y Santa Teresa de Avila tocaba el tamborín.
Considerado un escritor poco convencional, cuentan que en su departamento, lleno hasta el tope de libros, encontraba las citas necesarias aunque completaba la información con la visita permanente a las librerías de Manhattan: ahí anotaba prolijamente cómo habían muerto aquellos personajes del mundo de la cultura que irrumpen en sus libros. La muerte era una de sus obsesiones.
Sin pertenecer a la era de Internet, Marckson fue un experto de los hipervínculos, y cada mención en sus libros no es caprichosa ni arbitraria, como en un rompecabezas el escritor sabe exactamente el lugar de cada pieza.
Nacido en Nueva York y formado en la Universidad de Columbia, su acercamiento a la literatura fue como corrector de novela negra. Un género que adoptó para demostrarse a sí mismo que podía escribir -"Epitaph for a Tramp" (1959) y "Epitaph for a Dead Beat" (1961)-, pero fue la lectura de "Bajo el volcán", de Malcolm Lowry -del que se hizo muy amigo-, la que lo llevó a un universo del cual nunca quiso salir.
Como periodista compartió la bohemia de la década del 50 en compañía de escritores como Dylan Thomas y Jack Kerouac, aunque su obra posterior está marcada por lecturas filosóficas.
De ese período sobresale "La amante de Wittgenstein" (1989), que fue rechazada por 54 editoriales antes de su publicación, y está escrita con párrafos de una sola frase.
Le seguiría "Springer`s Progress" (1990) y la serie -la más desestructurada- que inicia "La soledad del lector" (1996) y se continúa en "Esto no es una novela" (2001), "Vanishing Point" (2004) y "The last Nobel" (2007). David Markson murió en Nueva York en 2010.
Tres años antes dijo en una entrevista: "Cuando terminé mi último libro, pensé: ‘Se acabó’. Pero después me encontré con algo curioso -no recuerdo qué era- y me dije: ‘No voy a copiarlo’. Pero lo copié en un trozo de papel, lo arrugué y lo tiré en una taza en mi escritorio".
"Más tarde encontré otra cosa, la copié en otro papel y lo tiré en el mismo sitio. Al final, la taza rebosaba con 40 o 50 de esos papeles. Y me dije: ‘¡Oh, mierda!, ¿otra vez estoy…?’. Hace unas semanas encontré una cita fantástica en una revista y me pasé el día haciendo todo lo posible por no recordarla", reveló el propio escritor sobre la génesis de ese tejido que atrapa al lector.