
La operación del Ejército iraquí y sus milicias aliadas, lanzada tan poco después de haber neutralizado a los yihadistas del EI en el norte de Irak, vuelve a agitar el fantasma de la división en un país acostumbrado a volverse contra sí mismo cada vez que sus diferentes comunidades se deshacen de un enemigo común.
Soldados iraquíes y civiles residentes en Kurkuk retiraron las banderas kurdas que ondeaban por toda la norteña ciudad. El gobernador kurdo Najmaddin Karim, quien permanecía en su puesto pese a haber sido destituido por Bagdad hace dos semanas, huyó a Erbil, la capital del autónomo Kurdistán iraquí.
Cientos de personas con banderas iraquíes y de la minoría turcomana que habita en la multiétnica Kirkuk celebraron en las calles al caer la noche. Por sobre el ruido de la manifestación se alzaban los cánticos de la mayoría árabe chiita, la comunidad que controla el gobierno central.